sábado, 1 de agosto de 2009

EL LUCHADOR (The Wrestler)


El arte, la literatura, el cine; la belleza... Están en todas partes, sí se sabe buscar.

No recuerdo ahora quien lo dijo, pero cualquier vida, todas las vidas (sí también las vuestras, las nuestras), son susceptibles de ser noveladas y convertidas en grandes obras maestras.
Hasta la existencia más humilde contiene el potencial de la grandeza.

Eso es "The Wrestler", con su estética minimalista, semi-documental; una indagación de la belleza, y la trascendencia en la más anodina, vulgar de las existencias.
Una demostración de como se puede encontrar la épica en el sitio más inverosímil.
De como el gran cine, con la aparente aparatosidad, vistosidad y grandiosidad de sus emociones, se esconde en cualquier parte.
Todo es espectáculo; sí se sabe contar.

Y esta película lo logra. ¡Vaya sí lo logra!... Transmitir las mismas emociones épicas de los westerns antiguos, en la trivialidad de un encuadre casero y una mirada rota. En las tópicas y típicas situaciones de una vida cualquiera, en la mezquindad ostentosamente expuesta en cualquier calle, de cualquier ciudad del mundo.

Y ¡ese final! ¡Oh, ese final, madre mía!!!...
Uno de los más exquisitos y redondos que recuerdo.
Con toda su carga metasignificativa y redundante, digno de cualquier película de Peckinpah.

¡Es mentira, es mentira, es mentira!...

Toda una declaración de amor incondicional al espectáculo; sea el de la lucha libre, o cualquier otro.
Al arte, a los sentimientos, a la vida.

Viva Aronofski for ever, y el ya para siempre icónico redi vivo Mickey Rourke resurgiendo de sus cenizas, como una metáfora viva de lo que la historia pretende contarnos.

¿Y qué es?...

Ni más ni menos que cualquiera, hasta el más humilde trabajador del servicio municipal de basuras de tu pueblo, guarda en su interior una historia grandiosa, digna sin duda de contarse.

Y toda la grandiosidad de los verdaderos héroes.



Le doy un: 8´5.

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