sábado, 19 de marzo de 2011

El final de Lost


¿Cómo terminar una serie que era una montaña rusa de piruetas argumentales, y que había abierto más puertas a la nada, que Lucifer al infierno?...

Pues con Maestría, mucha Maestría, y olvidándose de complejos.

Con lo más importante que tiene el ser humano, y menos lugar puede dar a confusión: los sentimientos.

Sí: yo he llorado con el final de Lost.

Yo me he conmovido con ese magistral plano final, que retornaba al principio, para acabar dónde empezó.
Con esa metáfora de que la vida, por muy complicada que en un determinado momento nos pueda parecer, no es nada más y nada menos que eso: emociones, sentimientos, sueños, amor.

¡Que GENIALES estos tíos! Que además de pergeñar algunas de las tramas más adictivas de historia reciente de la televisión, nos dan una capotazo y pase de pecho a lo torero al final. Saliendo por la tangente de lo que de verdad importa.

Conmoviendo, emocionando; el más alto objetivo al que todo Arte puede y debe aspirar.


Lógico, por otra parte, que haya decepcionado a tantos. Ansiosos quizás por todo un tratado filosófico que diera respuestas pormenorizadas y puntuales, a la par que congruentes, a las mil y una subtramas y preguntas abiertas por la serie en sus 6 magistrales temporadas.

¡Pues no!

Todo acaba en un templo, paradoja y metáfora de lo trascendente, del nacimiento y el final. Del gran amor de Dios a todo lo existente.
Todo acaba como todo debería terminar siempre; con abrazos y sonrisas, con lágrimas y besos. Con miradas inundadas de pasión incontenible. Con cariño y solidaridad. Con reconocimiento y afecto. Con amor. Amor y resignación. Con alegría, plenitud, y felicidad.

Y un par de lágrimas rodando por mi mejillas.

Y un escalofrío recorriendo mi espalda, el mismo que me provocan siempre los grandes finales, de las grandes historias. El mismo que buscamos afanosamente siempre, cuando abrimos un libro, o entramos en la penumbra mágica de una sala de cine.
El mismo que vuelvo a sentir ahora al escribir estas líneas, recordándolo.

Y a eso es a lo que debe aspirar el cine, y toda obra de Arte; a dejar huella en nosotros, en nuestros recuerdos. Imágenes imborrables de sentimientos profundos.
Y eso a conseguido Lost, además de entretener y sacudir al personal como la mejor montaña rusa del mundo.

Gracias, Maestro J.J. Abrams, y todos los demás, por regalarnos esta maravilla.
Por regalarnos para siempre ese lugar, esa isla donde se moverán nuestros sueños, de ahora en adelante, como los peces en su mar.
Inolvidable.
Gracias.

Gracias Jack.
Gracias Doc.
gracias Kate.
Gracias Hugo.
Gracias Sawyer.
Gracias Sayid.
Gracias Jacob.
...

Pocas veces veces me acuerdo de los nombres de los personajes de las pelis que veo, o de los libros que leo; pero a vosotros ya veis que os recuerdo.